Más que escuchar al cuerpo, como se suele decir, sería intentar volver a sintonizar con tus sensaciones para comprender qué nos quiere decir el cuerpo. De este modo podremos ofrecerle alimentos que nutran y que nos calmen al mismo tiempo.
Por ejemplo, si el cuerpo pide fritos o lácteos, le podemos ofrecer alimentos ricos en grasas saludables como el aguacate, semillas y frutos secos o aceites vírgenes de primera presión en frío. Sustituimos así las grasas malas por grasas buenas. Se trata, por tanto, de reconducir el deseo: el cuerpo nos puede pedir patatas fritas y pizza con bebidas gaseosas azucaradas, pero eso no quiere decir que se lo debamos dar. Podemos reflexionar sobre qué otras opciones saludables cubren estos deseos y recurrir a ellas.
En cualquier caso conviene tener en cuenta qué pueden querer decir realmente esos deseos de "comer mal" o, en otras palabras, qué significan tus antojos:
Como veis, como nos sentimos en determinados momentos puede condicionarnos a la hora de escoger los alimentos. ¿Quien no se ha sentido triste en algún momento e impulsivamente le ha entrado un gran deseo de comer chocolate?,¿O ha tenido ansiedad y ha tenido la necesidad de ponerse a comer cualquer cosa?
Por ello si queremos cambiar los malos hábitos en nuestra alimentación debemos aprender a conocernos y a conocer nuestro cuerpo, pues somos un todo complejo, todo funciona en conjunto, y no hay nada en nosotros que sea independiente de lo demás.
Conocerte, conocer tu cuerpo, apreder a escucharlo y diferenciar lo que pide de lo que realmente necesita, te ayudará a manejar mejor esos deseos impulsivos y poco a poco a tener control sobre ellos.
Ánimo, el esfuerzo en todas las áreas de nuestra vida, siempre obtiene su recompensa, y tratandose del alimento que repercute directamente sobre nuestra salud, el esfuerzo bien vale la pena.