La microbiota intestinal desempeña un papel crucial en la regulación de la inmunidad de las mucosas y de la función de la barrera intestinal. Las bacterias probióticas, incluida una nueva generación de probióticos intestinales, pueden mantener la homeostasis intestinal y promover la salud. En este contexto, los productos lácteos fermentados representan nuestra principal fuente de bacterias vivas y activas. De hecho, aportan, a través de nuestra dieta diaria, un elevado número de bacterias cuyo efecto sobre la inmunidad de las mucosas merece atención.
Son productos que proceden de los cultivos lácticos como consecuencia de la acción de las bacterias del ácido láctico. Por tanto, los lácteos fermentados contienen microorganismos viables, activos y en cantidades de un mínimo de 106 UFC/g.
La mayoría pertenecen a los géneros Lactobacillus, Bifidobacterium, Streptococcus thermophilus y/u otras bacterias ácido lácticas que por su actividad contribuyen a la obtención de las características del producto final. La fermentación da lugar a la transformación de la lactosa en ácido láctico. El proceso de fermentación incrementa la vida útil y de consumo del producto, incrementando la digestibilidad del mismo frente a la leche. Además, mejora nutricionalmente al alimento, haciéndolo más seguro microbiológicamente y más atractivo sensorialmente.
Comercialmente, estos productos pueden ser elaborados a partir de sólidos lácteos ya sea caseína, suero, grasa butírica o lactosa y pueden contener aditivos alimentarios y otros ingredientes como fruta, cereales, azúcares, edulcorantes o miel, entre otros. Muchas de las bacterias lácticas utilizadas en la fabricación de los productos lácteos fermentados, están consideradas como “probióticos”, microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades adecuadas, confieren un beneficio a la salud del hospedador.
Existen diversas variedades de lácteos fermentados, encontrándose entre los más comunes el yogur, kéfir y queso. Además, existen otros con menor popularidad como:
El yogur es un tipo de leche fermentada, acidificada y coagulada por la acción de las bacterias lácticas termófilas. Al término de la fermentación, la leche se convierte en yogur con un contenido al menos de 107 bacterias por gramo o mililitro. Es el más consumido de todos los productos lácteos fermentados. Surge, por tanto, de una fermentación ácido láctica, producida por las bacterias Lactobacillus delbrueckii subsp. bulgaricus y Streptococcus thermophilus, las cuales son los microorganismos responsables de la fermentación de la lactosa, además de otorgarle al producto el aroma y el sabor característico.
Existen diferentes tipos de yogur según su contenido graso, aroma y textura:
Además, cuenta con una interesante composición nutricional:
En el proceso de fermentación del queso, se produce una transformación de los azúcares en ácidos, gas o alcohol, actuando como conservantes naturales del producto, lo que permite mantener en perfecto estado estos productos durante largos períodos de tiempo. Este proceso disminuye la cantidad de lactosa, lo que mejora la digestibilidad y, por tanto, sea un tipo de queso muy apropiado para aquellos con intolerancia a este azúcar.
Además, con este tratamiento se consigue una mejor digestión y un incremento en la absorción de los nutrientes propios del alimento.Además, la fermentación en el queso consigue una mejora de sus propiedades organolépticas, especialmente en la aroma y el sabor.
Algunos ejemplos de quesos fermentados son:
El kéfir es originario del Cáucaso y del Tíbet y es un producto lácteo que resulta de la fermentación de la leche, producida por un conjunto de levaduras, hongos y bacterias, principalmente del género Lactobacillus, las cuales se encuentran en una relación simbiótica. Se trata de una bebida cuya fermentación se realiza con cultivos acidolácticos elaborados con granos de kefir, Lactobacillus kefir, especies de los géneros Leuconostoc, Lactococcus y Acetobacter, con producción de ácido láctico, etanol y dióxido de carbono. Es un producto de consistencia semilíquida, viscosa, de sabor ácido y levemente efervescente que se produce artesanalmente a partir de la fermentación de la leche con gránulos de kefir.
El kéfir es considerado un alimento probiótico, ya que la acción de sus bacterias y levaduras hace que resista muy bien a los ácidos estomacales. Esto facilita la llegada al intestino grueso, en el cual se realiza la colonización que beneficia al conjunto de la microbiota, influyendo positivamente en su modulación.
Los alimentos lácteos fermentados se asocian con múltiples beneficios para la salud, particularmente relacionados con cepas probióticas y bioactivas producidos por la actividad metabólica de los componentes de la leche. De hecho, muchos de estos beneficios para la salud se han asociado con los péptidos bioactivos derivados de la leche, liberados por las proteínas lácteas.
De forma general, podemos encontrar los siguientes beneficios (Khorshidian, N., et al., 2020):
Además, de forma específica, los productos lácteos fermentados pueden presentar efectos potenciales en:
¿Cómo elegir los lácteos fermentados?
En primer lugar, es fundamental consultar los ingredientes, ya que es el mejor indicador informativo para saber si se trata de un lácteo de calidad. Es importante no dejarse llevar por la publicidad o por los envases llamativos. Dependiendo del tipo de lácteo fermentado, para que sea de calidad, la premisa común es que contengan el menor número de ingredientes.
Otros aspectos que no son imprescindibles, pero que aportan un valor añadido son: