17 Sep
17Sep

Cuando se cronifica, acelera el proceso de envejecimiento y acorta la esperanza de vida.

¿Qué es la inflamación crónica?

Nuestro sistema inmunitario pone en marcha un proceso de inflamación con la intención de frenar el avance del daño y, en una segunda fase, restaurar el tejido y eliminar los residuos. Este proceso se extingue en días o meses y suele estar más o menos localizado.Pero cuando la inflamación persiste en el tiempo más allá de lo necesario y deja de responder al propósito reparador, se vuelve destructiva. Entonces hablamos de inflamación crónica, un proceso mucho más complejo que acaba convirtiéndose en una disfunción en sí misma que labra el terreno para la aparición de enfermedades crónicas.La inflamación crónica no es evidente como la aguda. Sus síntomas son engañosos y difusos, y pueden afectar a varios tejidos a la vez. Por ello recibe el nombre de "inflamación de bajo grado (IBG)". En ella participan otro tipo de agentes inmunitarios y es consecuencia de alteraciones complejas del metabolismo celular: oxidación, fallos en las mitocondrias, aparición de productos de glicación…

Consecuencias devastadoras: la inflamación de bajo grado mantenida en el tiempo acorta la esperanza de vida, acelera el envejecimiento y promueve enfermedades degenerativas como diabetes, depresión, deterioro cognitivo, osteoporosis, pérdida de masa muscular, fibromialgia, enfermedades cardiovasculares, enfermedad renal y cáncer.

Factores que promueven la inflamación crónica

  • Tabaquismo. Los productos de combustión del tabaco inducen la inflamación y la oxidación.
  • El estrés físico y psicológico. No solo el estrés psicológico, también el físico –exceso de ejercicio, quemaduras graves…– perpetúa la inflamación crónica. Se asocia a un patrón alterado del sueño y a sobrepeso por aumento mantenido del cortisol, dos factores que potencian aún mas la cascada inflamatoria. Estudios recientes apuntan a que el cerebro está implicado en la modulación de la inflamación a través del centro neurálgico denominado "vagal", que atenúa la inflamación corporal cuando recibe la señal de que es demasiado intensa. Pero el estrés desactiva este sensor antiinflamatorio.
  • Alteraciones del sueño. Incrementan los niveles de moléculas proinflamatorias, incluso en personas sanas. Parece ser que la modulación de la inflamación sigue también un ritmo circadiano, y se ve alterada por una mala regulación del sueño.
  • Cumplir años. Durante la juventud, las proteínas inflamatorias solo se elevan en respuesta a alguna agresión; en cambio, con el paso de los años, se observa un aumento mantenido de citoquinas inflamatorias sin que haya enfermedad asociada. Ello es debido a que a medida que envejecemos los tejidos acumulan daño oxidativo y disfunciones en las mitocondrias, por lo que pierden capacidad de regeneración. Con la edad descienden también nuestros niveles de hormonas sexuales, importantes moduladores de respuesta inflamatoria en un organismo joven.
  • Periodontitis. Es una enfermedad inflamatoria crónica de las encías y los tejidos vecinos. En algunos casos se relaciona con la activación de la IBG. Aunque puede haber un factor hereditario, frecuentemente la periodontitis es promovida por el tabaquismo y la diabetes, ambas a su vez promotoras de IBG.

Cómo reducir la inflamación silenciosa

  • Evita estos alimentos: En general evita los alimentos que promueven la inflamación: las grasas saturadas e hidrogenadas que se encuentran en margarinas y mantequillas, los aceites de girasol y de maíz, los aceites refinados, los hidratos de carbono refinados y con alto índice glucémico, como los azúcares añadidos, el pan blanco, los productos de bollería industrial y los refrescos.
  • Reduce las calorías: Una dieta baja en calorías ha demostrado un beneficio en el control de la inflamación. Es importante ajustar el consumo calórico al gasto energético (actividad cotidiana y deporte). Para ello escogeremos alimentos sin azúcar añadido y con índice y carga glucémicos bajos (estos indicadores miden la capacidad de un hidrato de carbono para elevar el azúcar en sangre.
  • Elige bien las grasas: Deben predominar las grasas poliinsaturadas omega-3 y las saturadas con ácidos antiinflamatorios como el ácido láurico del aceite de coco. En la dieta sin pescado y vegana, los omega-3 se obtienen principalmente de las semillas de lino y chía, y de las nueces. Para asegurarse, se puede recurrir a suplementos de ácido docosahexaenoico (DHA) procedente de algas.
  • Cuida la flora: Una flora intestinal saludable reduce la inflamación intestinal y general. Para ello consumiremos alimentos fermentados (chucrut, miso…) y ricos en fibras solubles (especialmente la inulina de ajo, cebolla, puerros, alcachofas y espárragos) e insolubles (cereales integrales, semillas, frutas con piel…).
  • Ayuno y suplementos. Además de seguir una dieta antiinflamatoria, puntualmente se puede recurrir al ayuno y a determinados suplementos para conseguir un efecto terapéutico en caso de sufrir alguna patología. Durante el ayuno el organismo segrega beta-hidroxibutirato, que bloquea el proceso inflamatorio y protege frente al cáncer, la demencia o la diabetes (esta misma sustancia se segrega en menor cantidad también durante una dieta hipocalórica). Por otra parte, suplementos naturales con alto poder antiinflamatorio son la quercetina, la boswellia, la cúrcuma en dosis altas o el magnesio, entre muchos otros.

Aunque es cierto que si acudes al médico, este puede indicarte fármacos como la metformina, el ácido acetil salicílico (aspirina) y la pentoxifilina por su capacidad para modular la inflamación, aunque no están exentos de efectos secundarios e interacciones y esto debe tenerse muy en cuenta para no cronificar más el problema.

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